Categoría Cine Chileno 2000
Título: "Se Arrienda"
Dirección: Alberto Fuguet.
Guión: Alberto Fuguet, Francisco Ortega
Intérpretes: Luciano Cruz-Coke, Felipe Braun, Benjamín Vicuña, Ignacia Allamand, Francisca Lewin.
Años de realización: 2004-2005
Fecha de estreno: octubre de 2005
País: Chile.
Banda Sonora: Cristián Heyne y Andrés Valdivia.
Género: drama intimista, comedia romántica.
Ve el video de la crítica con Windows Media Player o Real Player
1980 es, en pensamiento, una década bastante alejada de los ideales juveniles que existen hoy. Ahora, las personas que surcan los 15 a 20 años viven en un clima de libertades, ideas más o menos cumplidas, y facilidades para acceder a lo que se requiere. Alberto Fuguet es uno de aquellos seres que están fuera de esta categoría, ya que la gran parte de su vida juvenil sucedió precisamente en esos diez años de fervor (por lo menos, en Chile) por buscar un mejor mañana, ver cumplidas las metas, disfrutar el rock latinoamericano que surgía, tratar de conquistar el mundo. Lo cierto es que, para mostrar una película que llegue al público, el escritor ahora convertido en cineasta, tiene claro que esos tiempos identificarán poco al espectador que más está vinculado con la trama expuesta en sus libros. Se necesita mayor cercanía, empuje, caracterizaciones que hagan aquello que se llama “clic” con las emociones de los nuevos cinéfilos, y de las generaciones que leyeron su obra. El escenario sólo puede ser el bullido mundo de los años 1990 y 2000, en un Chile renovado, lleno de carreteras modernas, televisión por cable, amplitud de criterios, democracia, tolerancia; y, por sobre todo, individualismo extremo. Esto último, sumado a la inadaptación y las limitaciones mentales del protagonista, son los pilares fundamentales de una película que está ambientada en Santiago (de Chile), pero que sin embargo, puede estar sucediendo en China o el propio Nueva York. Desde ese punto de vista, Gastón Fernández –el protagonista– es tan hijo de su autor como Matías Vicuña (“Mala onda”), Enrique Alekán, Andoni Llovet (“Por favor, rebobinar”), Alfonso Fernández (“Tinta roja”) o Beltrán Soler (“Las películas de mi vida”). Lo menos que se puede decir es que odia la situación en la que se encuentra: músico de profesión, de regreso en el país, sin carrera, sin ahorros, sin AFP ni cuenta corriente. Un adolescente de 33 años rodeado por amigos que están blindados, casados, separados, “engrupidos” o decepcionados; que “están” en algo, mientras él se ve obligado a aceptar un trabajo como corredor de propiedades en la inmobiliaria de un padre, quien lo trata como si fuese un caso clínico, una alergia que cuesta erradicar. La exacerbación de la crueldad que presenta a este joven reducido a su mínima expresión, alguien que durante buena parte de la narración está más preocupado de pagar sus cuentas que por buscar sentido a las cosas ni menos la mujer de su vida, hace que se piense en que se trata de una típica película que busca llegar a la nostalgia, a la melancolía (al “Pobre niño, miren cómo sufre”); aunque, de todas formas, aquello queda descartado con la fuerza y el potencial mostrado por un serio y creíble Luciano Cruz Coke, quien, sin duda, merecía ser considerado para un rol de este tipo. De esta forma, se supone que el proceso debería ser uno, y eso calza cuando Fernández intenta procesar lo que ha ocurrido con sus amigos y trata de asimilar qué es lo que los ha vuelto tan pragmáticos y cínicos, pero comienza a hacer ruido una vez que los realizadores deciden introducir la historia de amor con Elisa, una joven que ha escuchado el único crédito cinematográfico de Gastón, la banda sonora para el corto “Las hormigas asesinas” (del cual se ven reiteradas imágenes en la cinta), lo que da entender que ambos pertenecen a una película paralela, situada en otro mundo y otra generación. El descubrimiento final sólo es una muestra de que Fuguet sabe que, aunque los tiempos dan para mostrar un “The End” cruel (con muerte o suicidio, si es posible), todavía quedan mentes que permiten aceptar una escena entre padre e hijo, en un lavado de autos, conocedores, ahora sí, de lo que quieren para su futuro, de que las frustraciones se superan. Es el carácter equilibrado de los adultos nombrados con mayúscula.
Calificación: 5,5.