Existen historias de vida que siguen una línea horizontal, sin demasiados cambios, con la idea de ser un profesional, o alguien que pueda llegar a sus últimas horas con la opción de tener dónde estar. Otras historias de vida, en cambio, están predeterminadas para participar de los planes de seres que conocen con exactitud lo que es ganarse el sustento día con día. Esos seres a elegir, al principio, pueden estar en un estado de alejamiento y repugnancia, con respecto a las ideas que vienen a establecer aquellos que ven en éstos la prolongación de sus acciones. Lo concreto es que, a medida que pasa el tiempo, las nociones de lo real y lo falso, lo bueno y lo malo, van adaptándose a las circunstancias que aparecen; y desde ese momento se puede concebir que ninguno de sus pasos estará desligado de las opciones tomadas.
Boston es la ciudad escogida para aquel que, ahora con mayor conocimiento, se sume a los requerimientos de lo que, pese a estar en el siglo XXI, todavía sigue viéndose en las calles: el liderazgo de las mafias; y, por consecuencia, las cabezas que comandan dichas bandas. Aquí es cuando surgen las interrogantes que llevan a pensar en los cientos de estrategias que el ser humano es capaz de llevar a la práctica, con el único fin de magnificar sus logros, y mantener la libertad para disponer de lo que desee. Nadie imaginaría que tras un traje de tela, una camisa y una corbata, que, además, pertenecen a una autoridad de la ley y el orden, se oculta el vínculo que, cada minuto, le otorga información de los actos del día, con la idea de estar cumpliendo con la parte del trato; es decir, yo te di de comer, ahora tú me das tranquilidad.
Muchas mentes podrían haber organizado una realización de este tipo; hay que aceptar que los filmes de acción, gángsteres y mafia ocupan un sector propio del cine, y que, en general, siguen una secuencia de prototipos, arquetipos y características homogéneas y comparables. La clave que posee esta versión del crimen organizado es la mirada que le otorga, una visión desde cualquier ángulo que se vea, psicológica, ligada con los sentimientos y los compromisos, el sector humano que lleva consigo cualquier decisión que interfiera con los planes del otro; el rompimiento de las funciones competentes a cada personaje (el policía deja de ser alguien creíble y profesional). Aquel foco, el otro factor a destacar, proviene de la experiencia en esta clase de películas: Martin Scorsese. El director nos viene sorprendiendo con sus reproducciones de la realidad contemporánea desde
Taxi Driver, más allá del simple hecho de llevar personas a las salas para extasiarse con los sucesos que causan impacto, y escenas que muestran violencia y balas al por mayor. El realizador conoce que los méritos que se pueda llevar la sociedad actual están en el área afectiva, académica, política, y demás; por lo que, a partir de ahí, pone de manifiesto que también en el área de la delincuencia y la lucha por derrotarla existen los mismos hombres y mujeres, sólo que con diferentes metas e ideas de lo que es vivir.
Reunir la excelencia en actuación, por su parte, es uno de los puntos que nadie puede obviar. Jack Nicholson, de principio a fin, sigue haciendo pensar que el reconocimiento y las ideas que se tienen de él, en cuanto a su versatilidad profesional, aumentan en cada trabajo que realice. Leonardo DiCaprio y Matt Damon, el primero sobre todo, demuestran que trabajar en ellos con constancia puede otorgar grandes logros; lo que da a entender que sus carreras están en el estado de madurez que todo artista alcanza luego de un período de perfeccionamiento.
La aceptación de que esta producción significa un esfuerzo de años por consolidar una postura y una manera de interpretar el devenir actual ya fue reconocido por la Academia. Scorsese lo sabe, y ahora sólo se dispone a que, lejos de cualquier premio, su labor origine mayor exigencia y calidad, en el futuro.
Calificación: 6,2.VEA UN ESPECIAL DEL OSCAR HONORÍFICO 2007, ENNIO MORRICONE